«El Camino de Santiago es la mejor experiencia para aprender. Aprender con mayúsculas. No hacemos un viaje de fin de curso. En el Camino aprendemos. Nuestro proyecto tiene un antes, un durante y un después. Comenzamos en enero. Trabajamos con los estudiantes en todas las asignaturas durante los meses previos diferentes aspectos del camino; arte, arquitectura, literatura, religión, naturaleza o matemáticas. Una vez aquí, el contenido de cada asignatura las volcamos en la experiencia del Camino. Ahora, por ejemplo, Roberto les explicará cómo medir elementos gracias al teorema de Tales, y tendrán que hacer el ejercicio de medir la plaza e iglesia», detalla Juan Antonio Rojo, profesor del Colegio La Salle de Palencia -junto a sus compañeros, también maestros, Francisco Madruga, Desiré Cueto, Roberto Rodríguez-, sentados en el Albergue Casa Cruz de Javi, uno de los más carismáticos de Portomarín, donde se practica la ‘Fitoterapia’, buena música, buena gente y mensajes mágicos.
Hace once años los profesores del Colegio La Salle de Palencia barajaron proyectos que fueran experiencias significativas de aprendizaje para los alumnos y encontraron en el Camino de Santiago la mejor opción. Llevan más de una década caminando. Ahora, tras la pandemia, han vuelto al Camino con cincuenta y cuatro estudiantes, de catorce y quince años, que cursan 3ª de ESO. Emprendieron la ruta jacobea en Sarria. Villa fundada por el rey Alfonso IX, inicio para miles de peregrinos del Camino Francés -el auténtico y genuino Camino de Santiago, Primer Itinerario Cultural Europeo, la ‘Calle Mayor’ de Europa-, y del llamado ‘Camino de Corto Recorrido’, con el que se recorren los 100 km necesarios para conseguir La Compostela -el certificado religioso o cultural que avala la peregrinación- en la Oficina del Peregrino de Santiago de Compostela.
Salieron de la ciudad -pasando frente al hospital de peregrinos de La Magdalena-, cruzaron el medieval puente Aspero, y por corredoiras llegaron a As Paredes, Vilei e hicieron parada en Barbadelo para ver la románica Iglesia de Santiago -citada en el Codex Callixtinus- y sus singulares capiteles y tímpano. Prosiguieron por Rente, Leimán, Peruscallo, Cortiñas, Morgade hasta Ferreiros, antiguo feudo de los monjes de Samos, cuyas huellas han quedado en la Iglesia del Salvador, del siglo XII, con figuras geométricas en capiteles y pinturas góticas. Tras dejar el que fuera territorio de la Orden de San Juan de Jerusalén, llegaron a A Pena y un hito del Camino: el Km 100. Continuaron por Paradela -y el cruceiro y románica iglesia de San Miguel-, después Vilacha -cuyos orígenes están ligados a eremitas de San Martín de Duminio, donde el monje Quintanilla edificó un cenobio en el siglo IX, cuna de la Orden de Santiago-, para descender hasta el río Miño y -tras cruzar el célebre puente y ascender las escaleras de la Capilla de las Nieves- alcanzar Portomarín, que fue en tiempos medievales encomienda de la Orden de San Juan de Jerusalén, y cuya Iglesia-Fortaleza de San Juan o San Nicolás -en la que trabajó el gremio del Maestro Mateo y talló en la portada 24 ancianos con instrumentos musicales- posee el rosetón más grande de Galicia.
«Están acostumbrados a la ciudad. Al asfalto, al cemento. Cuando llegan aquí, a todos los estudiantes les fascinan los caminos de barro y agua, las aldeas, los bosques y las corredoiras. Les llama mucho la atención. No solo aprenden historia o arte, también aprenden a reconectar y respetar la naturaleza», explica Juan Antonio
Mañana saldrán de Portomarín y harán parada en el Castro de Castromaior -asentamiento de la Cultura Castreña, del siglo V a.C., que pasa desapercibido para muchos peregrinos-, seguirán por Ligonde, se desviarán a Vilar de Donas -cuya iglesia fue sede de la Orden de Santiago, obra del Maestro Mateo-, continuarán hasta Palas de Rei, Outeiro, Leboreiro -donde la leyenda dice que se apareció la Virgen de las Nieves como se narra en el tímpano de la iglesia-, y más tarde, Melide, lugar de parada y fonda para disfrutar del pulpo gallego y conocer el ara celta que guarda la templaria iglesia de Santa María. Por mágicas corredoiras seguirán paso a paso por Boente, Castañeda, Ribadiso da Baixo -salvando su puente medieval-, Arzúa, Salceda, Santa Irene, hasta Pedrouzo-Arca. Desde aquí, están a una jornada, a 20 kilómetros, de la meta, de Compostela. Será su último día y una etapa especial.
«El último día les invitamos hacer el camino solos. A la salida de Pedrouzo-Arca, cuando comienza el bosque de eucaliptos, les vamos dando salida uno a uno con dos minutos de diferencia. Al ser un camino sinuoso tienen la sensación de que van solos. Después de días caminando en grupo viven la experiencia de caminar en solitario -detalla Juan Antonio Rojo-. Llegaremos a Compostela y entraremos todos juntos a la Plaza del Obradoiro. Y será un momento muy especial. Todos los alumnos que han caminado desde hace once años lo recuerdan. Se queda grabado en su corazón y mente la experiencia y ese día. En el Camino todos, sin excepción, aprenden el valor del esfuerzo. Hoy en día a los adolescentes les cuesta muy poco esfuerzo conseguir cualquier cosa. Vivimos un tiempo en el que se les da todo y no les cuesta nada conseguir lo quieren. Es algo que está pasando en la sociedad actual. Haciendo el Camino también descubren el valor del esfuerzo y trabajo por conseguir un objetivo, por conseguir las cosas. Aprenden que para conseguir un objetivo es necesario esforzarse y trabajar, aunque el camino no sea fácil», detalla, emocionado, Juan Antonio Rojo.